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Existen buenas personas. Buenas de verdad.

Personas que no se contaminan y saben sostener nuestra mano como sostienen su mundo

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Personas que más allá de su generosidad no destilan falsedad, no destilan veneno. Ellas nos perciben, nos acomodan, sonríen de un modo diferente. De una forma que nos entienden y sabe que podemos contar con ellos  en los tiempos buenos y en los difíciles. Existen personas que trascienden en el espacio, en la vida, trascienden en pro del bien. Ellas viven en otra esfera, viven de un modo más profundo y con menos resentimientos. Ellas saben distribuir cariño y gentileza. No son personas secas y saben lidiar muy bien con los problemas de la vida. Esas personas no nos agotan por el contrario: suman, multiplican, se convierten en raíces que se quedan para siempre. Se convierten en personas especiales y frondosas, donde   descansamos debajo de esa enorme cantidad de amor  y paz. Ellas dan frutos, dan flores, nos traen color a la los días grises. Ellas nos enseñan, nos corrigen, y no nos limitan. Suavizan  nuestro camino por veces tan golpeado y sufrido. Nos enseñan nuestra capacidad para evolucionar, de convertirnos en personas mejores y de transformar todo a nuestro alrededor.

 

     Existen personas que no tienen edad en el alma. Que su semblante nos muestra a que vinieron sin necesidad de un espejo. Todo en ellos transmite lo que nuestro corazón necesita sentir.

 

     Tal vez son ángeles, tal vez son espíritus mucho más evolucionados. Tal vez sean misionarios que aquí están para enseñarnos a tener paz y humildad. Están aquí para servir de puentes para que podamos encontrar un lugar mejor para descansar de nuestro cansancio.

 

Palavras de: 

Sil Guidorizzi    • 19 de abril de 2017

Texto retirado:  www.osegrdo.com.br

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